Vivimos en unos tiempos que dan la espalda por completo al hecho de la muerte. Solo adivinarla en fondo de una conversación hipotética, no digamos intuirla en un horizonte de posibilidades reales, nos incomoda y aturde. Nuestra educación al respecto es nula y eso nos vuelve torpones y vulnerables, más de lo que es inevitable ser ante semejante cuestión.
En Más que nunca, la siempre brillante Vicky Krieps interpreta a Hélène, una mujer joven que padece una enfermedad rara de difícil pronóstico que la tiene demacrada físicamente y anímicamente hundida. Esta es la premisa, que permite a la directora y coguionista Emily Alief diagnosticar otro tipo de patologías, estas de índole cultural y muy características de nuestro tiempo, como son el tabú de la muerte, el imperativo social a mostrarse fuertes y optimistas en todo momento o el poco espacio que dejamos a la ambigüedad, acostumbrados como estamos a relacionarnos binariamente con la realidad (como ejemplo, la búsqueda en Google “qué hacer cuando te estás muriendo”).
Pero si Hélène es algo es valiente, y está decidida a vivir su muerte sin forzarse a obviar ninguna dimensión de la misma. Es un proceso que no quiere vivir narcotizada, o limitándose a esperar sentada.
Si Krieps está enorme en la película, el actor que hace su pareja en la historia, Gaspard Ulliel, también defiende con nota su rol, que no es cómodo. Es la pareja de Hélène, que la quiere profundamente y se esfuerza por cuidarle. Pero en su abnegación puede comportarse de forma paternalista, y su deseo de ver mejorar a Hèléne puede llevarle a querer tener un mayor peso en decisiones que solo corresponde a ella tomar.
Ulliel forma parte de mi memoria cinéfila por su papel en Paris, je t’aime (2006; aparece en el episodio dirigido por Gus Van Sant) y, sobre todo, por haber sido el soldado de rostro angelical desaparecido en las trincheras de la Gran Guerra que Audrey Tatou busca hasta la extenuación en Largo domingo de noviazgo (Jean-Pierre Jeunet, 2004). Más que nunca es su último trabajo, estrenado póstumamente tras su fatal accidente de esquí en enero de 2022, a la temprana edad de 37 años.
En Más que nunca hay mucha agua, lo que simbólicamente nos inspira purificación, voluptuosidad, turbulencia, vida. Parece lógico, casi natural: Más que nunca es una película sobre la muerte, pero está llena de vida.